Durante una visita, una pareja de turistas se sorprendió mucho al ver un elefante en la parte trasera de un famoso circo, atado solamente con una soga muy fina. Era obvio que este elefante podía romper la soga con facilidad y, si quería, también tirar abajo toda la carpa del circo.
Pero el elefante simplemente estaba ahí parado sin moverse como si la soga con la que estaba atado fuera una soga de barco, que impide toda forma de movimiento.
- “¿Cómo es posible?”, preguntó la pareja de turistas al domador de elefante.
- “La verdad es que es muy simple”, -explicó el domador- “Cuando el elefante aún es joven, pequeño y débil, yo le enseño que no le es posible librarse de las
ataduras. Y eso le queda grabado en la mente y así es como él está convencido de que simplemente no es capaz de desatarse”.
- “Y entonces, como está convencido de que es incapaz, ¿ni siquiera hace el intento?”, -se preguntaron los turistas-.
- “Exacto”, -respondió el domador-.
Los seres humanos se comportan igual que el elefante. Se acostumbran a pensar que son incapaces de hacer ciertas cosas, que no tienen fuerza – y entonces incluso una soga muy delgada puede limitarlos como si
fuera un obstáculo enorme e insalvable.
- En otras palabras "les falta Emunáh"... igual que al elefante".