¿Porque no somos cristianos?

Por más de 2000 años, misioneros cristianos han intentado convencer al Judío sobre sus planteos y, durante ese mismo período, el judío se ha resistido. Aquel -los que resistieron con mayor fervor fueron quienes buscaron a Dios con mayoranhelo. ¿Qué los motivó? ¿Por qué nunca cedimos ante los misioneros?

 

Escuchamos hoy en día sobre un movimiento llamado “Judíos por Jesús”. Un pequeño número de judíos aparentemente está encontrando atractivas las enseñanzas del Cristianismo. Sin embargo, la gran mayoría de judíos todavía rechaza estas enseñanzas de la forma más enfática.

Por más de dos mil años los cristianos han intentado persuadir a los judíos. Y por el mismo lapso, los judíos se han resistido a tales cortejos. Pero, ¿por qué?¿Por qué no aceptamos a Jesús? En definitiva, ¿Por qué no somos cristianos?

Para entender esto debemos analizar qué hay en los fundamentos de las creencias cristianas. El Cristianismo empezó con un judío. Jesús vivió como un judío en tiempos de muchos de nuestros más grandes sabios Talmúdicos. El gran Hillel vivió una generación antes y Rabí Akiva lo hizo una generación después. Sin embargo, nuestras propias fuentes tienen registrado muy poco sobre la vida de Jesús. Todo lo que podemos leer sobre él lo podemos encontrar en los Evangelios del Nuevo Testamento, un libro escrito por y para la primera iglesia cristiana. Este libro, sin embargo, fue escrito principalmente para promover la causa cristiana y es, por tanto, imposible separar la historia personal de Jesús del “Cristo” diseñado por la teología cristiana temprana.

Poco después de la muerte de Jesús, encontramos un notable cambio en las enseñanzas de sus seguidores. El Cristianismo, como lo conocemos, empezó durante este período con los trabajos de Pablo de Tarso. Pablo, o como fue conocido previamente, Saúl, era un discípulo del gran Talmudista Rabí Gamaliel y empezó su carrera oponiéndose activamente a los primeros cristianos. En un incidente dramático, camino a Damasco, Pablo se convirtió al Cristianismo para, posteriormente, convertirse en uno de sus líderes más aventajados. A pesar de que él nunca había visto (en vida) a Jesús, afirmó haber dialogado con él en espíritu. Bajo el liderazgo de Pablo, muchas de las doctrinas que caracterizan al Cristianismo fueron proclamadas por vez primera y, en su gran mayoría, nunca han cambiado. Sus enseñanzas están grabadas en sus Epístolas, que forman la segunda parte del Nuevo Testamento.

Entre las principales enseñanzas de Pablo, encontramos:

1.      Jesús fue el Mesías o Cristo; aquel anunciado por los Profetas de la Biblia y esperado por los judíos. Él es también el Hijo de Dios, y como cualquier hijo, esencialmente es lo mismo que su Padre.

2.      El hombre es malo y pecador. Toda la humanidad está maldecida debido al pecado de Adán. La Toráh no puede salvar al hombre pues sus mandamientos son demasiado difíciles de guardar. La única cosa que puede salvaguardar al hombre de su ultimada condena (al infierno) es la creencia en Cristo.

3.      Los Judíos fueron originalmente el pueblo escogido de Dios pero fueron repudiados cuando rehusaron aceptar a Su hijo, Jesús. El nombre “Israel”, pueblo escogido de Dios, no es más atribuible a los Judíos sino a quienes aceptan a Jesús como el Mesías. Sólo estos son partícipes del amor de Dios. El resto está condenado al infierno.

4.      Hay una única ley ahora que Cristo ha venido, y ésta es la del amor. Uno debe seguir el ejemplo del sacrificio de Cristo y, pacientemente, esperar que Dios sea compasivo en correspondencia.

 

Nos basta con estos principios del Cristianismo para ver por qué los Judíos no podían aceptarlas. Contrastémoslos, punto a punto, con la visión Judía:

1.      Jesús no pudo haber sido el Mesías. Los Profetas predijeron un mundo de paz y amor después de la venida del Mesías, y esto no se ha dado. Además cualquier planteamiento de que el Mesías es el “hijo de Dios” es totalmente inaceptable. En ningún lugar dicen los Profetas que él será nada más que un líder notable y un maestro.

2.      A pesar de que la Toráh efectivamente habla del pecado de Adán, enseña que el hombre puede elevarse por encima de ello. El hombre podría no ser capaz de auto-perfeccionarse, pero fue por esto mismo que Dios nos entregó la Toráh. Es absurdo pensar que Dios entregara una Toráh que era imposible (o demasiado difícil) de observar. De ninguna manera el Judaísmo enseña que uno puede ser “salvado de la condenación” simplemente “por creer”. Cualquier convicción verdadera en Dios debe guiar (necesariamente) a una persona para que (también) observe Sus mandamientos.

3.      Es imposible imaginar que Dios eventualmente rechazara al pueblo Judío. En muchos pasajes, la Biblia claramente establece que Su pacto con Israel es para siempre.

4.      En muchos pasajes, la Biblia dice que la Toráh fue entregada para la eternidad. Es por tanto imposible decir que ha sido reemplazada por una nueva ley o testamento. El amor solo no es suficiente, porque uno debe saber cómo expresarlo y, para ello, necesitamos a la Toráh como guía. El amor es sólo uno de los mandamientos de la Toráh; las buenas acciones son su necesaria expresión.

¿Por qué preferimos estas ideas a aquellas expresadas por Pablo y el Cristianismo?

Por un lado, no vemos evidencia de que Jesús haya sido realmente el Mesías esperado por Israel. La promesa Mesiánica incluye cosas como una paz perfecta y unidad entre los hombres, amor y verdad, conocimiento universal y felicidad sin tribulaciones, así como el fin de todo el mal, de la idolatría, falsedad y odio. Ninguna de las condiciones anteriores ha sido alcanzada por el Cristianismo.

A esto, la respuesta cristiana es la simple afirmación de que “todas las cosas en realidad han cambiado con la venida de Jesús. Si el cambio no es visible, es porque el hombre es malvado y no ha aceptado verdaderamente a Jesús y sus enseñanzas. Entonces el Mesías (o Cristo) tendrá que volver para probar su victoria”.

El Judío se rehusa a aceptar la excusa de que las principales profecías en lo concerniente al Mesías únicamente serán cumplidas en la “segunda venida”. Elespera que el Mesías complete esta misión al primer intento. El Judío cree, portanto, que el Mesías todavía está por venir.

Pero hay de hecho un punto que no debemos dejar de considerar pues su importancia es mayor que la mera identidad del Mesías. El Cristianismo también enseña que Jesús fue Dios en forma humana. El Judío mira esto como una idea totalmente equivocada sobre Dios. Hace a Dios demasiado pequeño pues, al afirmar que Él puede tomar forma humana, se disminuye tanto Su unidad como Su divinidad.

Discordamos con el Cristianismo no sólo con respecto a creer, sino también con respecto a lo que el hombre debe hacer. El Cristianismo tiende a negar que las acciones u obras del hombre son realmente útiles. La única cosa que puede salvar al hombre es su fe ante su estado pecaminoso y una total dependencia en Cristo. El Judío, por otro lado, cree que el hombre puede acercarse a Dios al obedecerle guardando Sus mandamientos.

El Cristianismo arranca entonces con una idea, mientras que el Judaísmo parte exactamente con la idea opuesta.

El Judaísmo parte con la idea de que el hombre es creado “en la imagen de Dios”. Por tanto no debe ir tan lejos para descubrir lo divino, tanto en sí mismo como en otros. Hay siempre una oportunidad para despertar lo divino en uno mismo mediante la observancia de Sus mandamientos. El Judío empieza con esta oportunidad.

El Cristianismo, por otro lado, parte con la idea de que el hombre es pecador y depravado. Dejado a su voluntad, el hombre está absolutamente condenado. De manera natural él está involucrado en lo malo y deberá, por tanto, hacer algo para ser salvado de tal maldad.

La primera pregunta que un cristiano plantea es: “¿Qué has hecho para ser salvado?” Para el Judío, está pregunta casi no tiene sentido alguno. Esta no es, para nada, la forma judía de pensar. El Judío pregunta: “¿Cómo puedo servir a Dios? ¿Cómo puedo guardar Sus mandamientos?” El enfoque central del Judaísmo yace en la observancia de los mandamientos de la Toráh. Vemos al hombre y apreciamos su grandeza, porque éste puede obedecer estos mandamientos y cumplir con el deseo de Dios.

El Cristianismo enseña que el hombre es tan malvado que no puede realmente servir a Dios. La Toráh es demasiado difícil para el hombre. La única cosa que el hombre puede hacer es creer en Cristo y esperar ser salvado.

El Judío responde que el mismo hecho de que Dios nos entregara mandamientos y que nos dijera que los obedeciéramos nos instruye que, en efecto, podemos servir a Dios y cumplir con Su voluntad. Es impensable que Dios entregara a Su pueblo una Toráh si ésta fuese imposible de guardarla.

A pesar de que todos los discípulos de Jesús fueron judíos, no pudieron convencer a sus contemporáneos sobre sus enseñanzas. Los primeros dogmas del Cristianismo se presentaban más cercanos al mundo gentil pagano que al Judaísmo. Más y más, el Cristianismo fue rechazado por los Judíos y aceptado por los gentiles. Se transformó hasta constituirse en una iglesia gentil, y su actitud hacia los Judíos se volvió más y más hostil. Buscó constantemente convertir a los Judíos, a veces recurriendo incluso a la crueldad y a la fuerza, pero el Judío se mantuvo firme. El Cristianismo puede haber cambiado la historia humana, pero nunca pudo ganarse el apoyo de los Judíos. El Judío se sostuvo con su Toráh y caminó por el camino que ella dictaba.

En resumen, hubo dos enseñanzas cristianas que el Judío jamás podía aceptar. El Cristianismo enseñó que Dios había asumido forma humana en Jesús, y que la Toráh ya no tenía valor. El Judío rechazó estos dogmas, aun a costa de su vida.

Al rechazar al Cristianismo, el Judaísmo no perdió de manera alguna algo que necesitara espiritualmente. No había nada en (todas) las enseñanzas de Jesús que hubiera añadido una letra a la fortaleza de la Toráh. Si el Cristianismo hizo alguna contribución, fue al mundo no-Judío.

 

El Judío sabía que su Toráh le proveía una única relación con Dios. Todo lo que vio en el Cristianismo se presentaba contradiciendo tal relación. Es por esta razón que, a lo largo de los siglos, el Judío ha encontrado imposible aceptar las enseñanzas del Cristianismo. Él ha creído con perfecta fe que Dios le ha mostrado el camino, y no tiene intensión de dejarlo en ningún momento.

por Aryeh Kaplan

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"Moshé recibió la Torá en Sinái. Y la transmitió a Iehoshúa, y Iehoshúa a los Zeqením, y los Zeqením a los Neviím, y los Neveiím la entregaron a los hombres de la Gran Asamblea" (Tratado Avot).