Imaginar que Iehoshúa fue miembro de la secta Esenio-Qumranita es algo que, en general, rechazan los especialistas. La razón es simple: aunque hay muchos puntos similares entre Yehoshúa y el
Nuevo Testamento con los contenidos de los Rollos del Mar Muerto (literatura Qumranita), también hay muchos detalles que distancian ambos universos, principalmente porque son temas en donde
Iehoshúa se desenvuelve más en la línea del Fariseísmo, que fue antagónico al movimiento Esenio Qumranita.
Parece lógico, pero es una idea que tiene un serio problema.
Si le preguntamos a esos mismos especialistas sobre la posibilidad de reconstruir la biografía de Yehoshúa a partir de los evangelios, todos van a coincidir en que es -técnicamente- imposible. En
realidad, entre los cuatro evangelios apenas si tenemos información que, acumulada, abarca acaso un mes en la vida de este personaje, y algo más importante aún: se trata de documentos que exponen
una creencia sobre alguien, no un intento por reconstruir los detalles de su vida.
Dicho en términos técnicos, los evangelios son documentos teológicos, no históricos. Por lo tanto, nos sirven para reconstruir creencias sobre Iehoshúa, pero no su biografía como tal. Incluso,
estos mismos especialistas van más lejos en su observación: las creencias que allí encontramos son, estrictamente hablando, las que tenían los autores respecto a Iehoshúa, pero no necesariamente
las que el propio Yehoshúa tuvo de sí mismo.
Bien: en general, esos mismos especialistas son los que descartan que Iehoshúa haya sido Qumranita, partiendo de que muchas de sus enseñanzas no cuadran con el perfil ideológico de Qumrán.
Hay una contradicción entre ambas ideas: si los evangelios nos ponen frente a lo que sus autores creían sobre Iehoshúa, entonces podemos decir que los autores de los evangelios -o los evangelios
como tales- NO SON QUMRANITAS. Pero si también decimos que, por lo mismo, resulta imposible reconstruir la biografía de Iehoshúa -y eso implica que tampoco podemos reconstruir su ideología
personal-, entonces no podemos apelar a los evangelios para descartar un posible vínculo con Qumrán.
Se trata de algo que cualquier persona que se dedique a la investigación debe entender: no es lo mismo el libro que habla sobre un personaje, que el personaje como tal.
Entonces, los evangelios -tal y como los conocemos- NO SON QUMRANITAS. En eso podemos estar de acuerdo. Pero ¿debe trasladarse AUTOMÁTICAMENTE ese mismo criterio a Iehoshúa?
Cualquier investigador medianamente capacitado sabe que no. Nada en este tipo de materias debe trasladarse de inmediato de una esfera de investigación a otra. Tiene que replantearse el tema desde
una nueva perspectiva, específicamente orientada al punto que se pretende resolver, y sólo después se pueden obtener conclusiones.
¿Cómo debemos interpretar las múltiples similitudes entre los evangelios y la literatura de Qumrán? Generalmente, los especialistas que rechazan el vínculo entre Iehoshúa y Qumrán dicen que, en
el Judaísmo de la época, debió existir una ideología que sirvió como trasfondo común al Cristianismo y al Qumranismo. Es decir: uno no depende del otro, sino de algo anterior que les sirvió como
bagaje en común.
Pero esta respuesta tiene un serio problema: la ideología Qumranita surgió doscientos años antes que el Cristianismo, por lo que hablar de un "bagaje en común" resulta muy difícil: ¿qué sucedió
con ese "bagaje en común" durante dos siglos? ¿Cómo pudo el Cristianismo tener acceso al mismo?
Si las fuentes de la época dieran fe de la existencia de un grupo o tendencia que pudiésemos identificar como el punto donde se originó la ideología Qumranita, y que sobrevivió durante dos siglos
y luego estuvo presente en lugares o momentos identificables como referentes para el incipiente Cristianismo, la idea sería viable.
Pero no existe nada de ello. Los antecedentes del Qumranismo están bien identificados en los siglos IV y III AEC. Pero, después del año 150 AEC, lo que tenemos es el Qumranismo, y nada similar o
equivalente a su alrededor. Por lo tanto, resulta imposible suponer que el Cristianismo, hacia el año 50 EC (cuando se supone que empezó a escribirse el Nuevo Testamento, la base documental
doctrinal), tuvo contacto con ese mismo bagaje. La única alternativa para ello sería admitir que si acaso hubo ese contacto, fue por medio del Qumranismo, lo que equivale a decir que el
Cristianismo fue influenciado directamente por esta ideología, algo que muchos especialistas prefieren rechazar.
En el libro FALSOS JUDÍOS, FALSO MESÍAS proponemos una respuesta para esta incógnita: el Cristianismo, tal y como lo conocemos, surge de la traducción y reinterpretación de la ideología
Qumranita, hecha por gente ajena al Judaísmo, desde finales del siglo I y -sobre todo- durante el siglo II.
Entonces, las similitudes entre uno y otro son, en realidad, vestigios de Qumranismo, replanteados por cristianos que tuvieron acceso a ellos cuando los Qumranitas ya se habían extinto.
No es una propuesta fácil. Para sustentarla, tenemos que identificar el puente que conecta un universo con el otro.
Eso, desde mi punto de vista, es el Evangelio Original -atribuido por la tradición cristiana a Mateo-: un texto escrito en el ambiente Qumranita, recuperado por el Cristianismo hacia el año 70 o
un poco después (tras la caída de Jerusalén ante los romanos), y reinterpretado, traducido al griego, ampliado y corregido durante unos 60 años, hasta su reelaboración definitiva, de la cual
surgieron los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas.
¿Tenemos modo de demostrar la existencia de este Evangelio Original?
Estoy seguro de que sí. La solución al Problema Sinóptico nos abre la puerta para recuperar el contenido general de ese documento inicial. Después de un proceso de identificación y recuperación
de los componentes más arcaicos de los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, el documento resultante es fácilmente identificable con la tradición Qumranita. Por lo tanto, nos obliga a reconsiderar
que Iehoshúa pudo ser, simplemente, un Esenio radical de Qumrán.
Pero esto nos lleva a otra pregunta, sumamente interesante: si Yehoshúa fue un Qumranita, y el Evangelio Original -en consecuencia- también, ¿quienes fueron los que hicieron el radical
replanteamiento que generó al Cristianismo a partir del siglo II?
La respuesta parece bastante lógica: los seguidores del apóstol Pablo. Y aquí viene el tema complicado: qué vínculo existió entre Pablo y Iehoshúa?
O, planteado en otros términos, cuál fue el origen del Cristianismo?
Todo eso y más, en el libro FALSOS JUDÍOS, FALSO MESÍAS.